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Algunos poemas de Nazariantz
para tu éxtasis crepuscular
Oh, qué triste es morir en el destierro...
Oh,
qué triste es morir en el destierro
Cuando el alma se ausenta
Por caminos desiertos.
Oh, qué triste es morir en el destierro
Cuando fiebre y cansancio
Nos dejaron rendidos.
En el atardecer, sobre las viejas
Calles está lloviendo. Con su llanto
La lluvia azota, azota los cristales
Y el corazón castiga. Hermano mío :
Triste y terrible cosa,
Retornar a las sombras de la muerte
Cuando se gime en los caminos
Del ostracismo. Amarga contemplar
con nuestros ojos húmedos, los ojos
Incinmovibles de la negra Muerte,
Y sentir cómo el alma languidece
Para acabar con tal languidecer.
Qué triste, hermano mío, partir solo
Cuando en la sombra el Mal nos acomete.
Llueve... Muere la tarde : y con su llanto
La lluvia azota, azota los cristales.
Oh, qué triste es morir en el destierro.
Yo
pienso en el morir de los poetas
Yo pienso en el morir de los poetas
Allá en lejana tierra abandonados.
Pienso en sus almas anhelantes, como
La brisa que aletea en el ocaso.
Pienso en su dulce y grave palidez,
Su palidez tardía, que en el velo
Flotante de sus ojos agoniza.
Pienso en el tenue, voluptuoso aliento
Que se desprende de sus labios lívidos
Por el deseo, pétales de escarcha
Sobre el recio cristal del infinito.
Mater dolorosa
Sé que me esperas, madre, allá a lo lejos,
Envuelta en tu tristeza vigilante.
Sé que me esperas, madre, acongojada,
Vertiendo la pureza de tu llanto
En las urnas sagradas del dolor.
Fragmento del XII° motivo del
"Gran canto de la tragedia cósmica"
¡Oriente,
alma eternamente astral!
¡Oh, Elegida! Es necesario
Para ascender al futuro,
Futuro gozoso y florido,
Destruir y aniquilar
Desde el fondo de nuestras desventuras
El trágico sigilo del silencio.
La palabra sagrada y efusiva
Inicia el grande Ritmo de encantamientos.
¡Oh, Elegida! Tú has sido
Reclamada por la alegría humana,
Virgen bendita, amada entra las vírgenes.
Al igual que una lámpara viva
Me descubres el mundo
De los cementerios fríos
Donde se remecen los callados.
En los altares arde
La llama de las estrellas.
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